Al ser estudiante de biología, conocer el Ecuador y sus diferentes ecosistemas es clave para la construcción de nuestro aprendizaje y mucho más si estos se encuentran amenazados por las diferentes actividades humanas.
Por lo tanto, haber conocido el bosque La Esperanza, siendo uno de los últimos remanentes de bosque húmedo tropical de la costa, resultó en una experiencia de vida que inspira a nuevas ideas.
Entender y participar en el trabajo que realiza Anelio Loor para la reforestación de la Esperanza, involucra la motivación principal por la que decidí aventurarme en el mundo de la biología, separándose de una visión antropocéntrica acompañada de ciencia y noción por las diferentes realidades sociales del país. Este no fue solo un viaje para convivir con la naturaleza, sino también para entender que es un proceso de conservación verídico donde la comunidad del Zapote es claro participe por el cuidado del mismo.
Puedo decir que logré cumplir más allá de mis cometidos planteados, como lo fue realizar Tree Climbing junto a Nicolás Tinoco, quién por medio de lo que se considera un deporte extremo, ha logrado adaptar y aplicar técnicas de investigación con el uso de cámaras trampa en el dosel de los árboles. Proyectos como estos son lo que demuestran la importancia del Bosque La Esperanza, donde la innovación científica es llevada a cabo.
Una de las experiencias más gratificantes a parte de las caminatas nocturnas, logrando observar dos equis de la costa (Bothrops asper) y monos aulladores (Alouatta palliata) por primera vez, fue la oportunidad de dar una charla a la comunidad con respecto a las serpientes venenosas de Manabí, abarcando temas como su conservación, prevención e identificación. Me alegró mucho poner en práctica mis conocimientos y campo de interés, recibiendo un intercambio de conocimientos y gratitud por parte de quienes atendieron a la charla.
Espero volver a La Esperanza en un futuro, para realizar junto a Great Leaf nuevos proyectos en beneficio de la biodiversidad del Ecuador.